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Arrabal de Corea
Afea Panorama Capital Cerca del Capitolio

Martes, 26 de enero de 1954 P.11
Por HELEN V. TOOKER

¿Cuántos son los residentes de San Juan y Santurce que realmente se fijan en su ciudad? ¿Cuántos toman nota de las cosas repulsivas, de los montones de desperdicios, de las casas dilapidadas que afean la belleza, la limpieza y la dignidad de su ciudad? Pero los visitantes se fijan en todos, estos detalles. Sus ojos no están familiarizados con ciertas vistas desagradables que no tomen nota de ellas. Tal vez las archivan en el almacén de sus recuerdos, lado por lado, con el Caribe Hilton y los hermosos panoramas de las montañas y del mar.

Tal vez nuestros visitantes no aciertan a explicarse por qué toleramos esos lugares feos, ya que muchos de ellos son cosas comparativamente pequeñas que podrían corregirse sin necesidad de gastar grandes sumas de dinero, Tomemos por ejemplo el pequeño y escuálido arrabal denominado Corea que se extiende por la parte de atrás de la San Juan Trading Company casi a la sombra del Capitolio.

DEMASIADO VISIBLES

La línea irregular de techos de zinc mohoso, las casitas con su aspecto dilapidado, son visibles desde la Avenida Ponce de León, desde el frente de la Biblioteca Carnegie. Se ven con más claridad desde el  Paseo de Covadonga. Están a un paso de la Avenida Fernández Juncos, en las inmediaciones del muelle
número 5. El arriba! se compone de una sola hilera de unas 25 casitas de madera, unidas unas con otras. En una de estas casitas se ha establecido un cafetín llamado "La Sombra de Corea". Por los contornos de este arrabal se ven aquí y allí regados por la tierra alambres mohosos, neumáticos desechados por inservibles, tablas viajas y latas vacías. Ropas haraposas se ven tendidas sobre mantones de piedras, o cuelgan de cordeles de lavanderas. Perros grandes husmean aquí y allá en los charcos y grietas enfangadas de la calle. Drones de metal vacíos han sido apilados contra el costado de un almacén cerca de una pila grande de varilla» de metal mohosas.  Cajones rotos y basura, de todas clases se han amontonado al lado del almacén de tal modo que llegan hasta casi la mitad de su altura.

La hediondez que emana de este arrabal y contamina el aire de la ciudad es horrible, porque las 25 viviendas cuentan solamente con cuatro letrinas, según me han informado los mismos habítames del
arrabal. 

BASURAS
Doña Juana Acosta, viuda que  ha perdido ya la cuenta de los años que tiene, vive sola en un pequeño cuarto por el cual paga ocho dólares al mes. Cuando el fotógrafo Teodoro Torres y yo le preguntamos cómo era que ella vivía, nos contesto: “¿Yo?... Como Dios me ayuda. Vivo lavando y planchando. Gano de
dos a cuatro dólares semanales. Todavía no he podido obtener ayuda". El cuartito que ella ocupa éstaba
tan atestado de cajetas de cartón, un camastro, una bañadera de metal y una tabla de planchar que apenas si quedaba espado para ella poder moverse. Al otro lado de la hilera de cabañas dilapidadas, se ven más desperdicios regados en todas direcciones en medio" del pasto silvestre, más perros, y un grupo de niñitos sentados en medio de un corralito de jugar construido con tablones viejos.

Y allá en el fondo de este panorama triste se divisa imponente la cúpula del Capitolio del Estado Libre Asociado. ¿Cuánto le costaría al Gobierno trasladar estas pocas familias a uno de los caseríos y luego des
truir totalmente estas casetas apestosas y llevarse los escombros en el carro de la basura? ¿O será acaso que este proyecto por ser demasiado pequeño no merece considerársele?